Una contracción isométrica se produce al generar tensión, a través de una contracción, en uno o varios músculos sin modificar su longitud. Casi todos los movimientos que realizamos en el día a día implican contracciones isométricas de uno o varios músculos, las cuales ayudan a estabilizar y realizar esos movimientos de una forma más sincronizada, eficaz y potente. En este post englobamos los ejercicios isométricos en dos grupos:
Pasivos: mantenemos una posición concreta o resistimos un peso determinado. En este grupo y en fases más avanzadas del aprendizaje motor, nos gusta combinar el trabajo isométrico con trabajo complementario y simultáneo.
Activos: no solo resistimos una carga o mantenemos una posición fija, sino que tratamos de ejercer fuerza sobre algo (pared, barra…). Por su exigencia, en este post os los presentamos de forma aislada.
Aplicaciones del trabajo isométrico:
Aprendizaje: al no implicar movimiento, es una buena herramienta para comenzar a entrenar y ser conscientes de las posiciones que adoptamos.
Mejora de la fuerza: desarrollo de la fuerza de una o varias musculaturas de forma específica, en ángulos concretos en los que queramos potenciar esa mejora. Cabe mencionar el estrés metabólico que se genera.
Rehabilitación: tras una lesión de tejido blando, es ideal para minimizar riesgos y comenzar a entrenar en etapas tempranas donde la movilidad está limitada. Tras una lesión de tejido cartilaginoso, donde nos aconsejan no cargar la articulación, nos es útil para mantener el tono muscular. Cabe mencionar el efecto analgésico que se produce.